Crecí siendo el sandwich de mi familia y sé lo que significa la rivalidad entre hermanos, ese constante tironeo y lucha de atención, pero también sé que esos enojos podían ser tan fugaces como lo que duraba el show por el que peleábamos el control remoto…
Cuando eres madre y tienes la oportunidad de criar a tus propios hijos, hay tantas cosas que dices «a mí no me va a pasar» pero no siempre tenemos el control y por más que no queramos, hay situaciones que vienen como parte de la naturaleza humana y que se van a presentar, aquí la verdadera cuestión sería más que «a mí no me va a pasar, ¿cómo voy a manejar yo la situación?»
La rivalidad entre hermanos es completamente normal, incluso y aunque no lo hayamos entendido de pequeños y no lo creamos ya como grandes, ésta es necesaria en nuestro desenvolvimiento social.
Con esta rivalidad, los niños aprenden a conocer sus emociones, tanto de frustración, enojo, celos, frustración, etc., así como a sentirse contentos nuevamente, que a pesar de estar «enemistados en el momento» no dejan de sentir amor o preocuparse por sus hermanos, además de que aprenden a negociar, ser respetuosos y tolerantes.
Los hermanos son el primer filtro para socializar, pues bien aunque también están los padres, no hay nada como convivir con tu «igual».
Ahora, dicha rivalidad puede ser muy marcada e incluso desgastante para los padres y es donde se vuelve preocupante y por más que hayamos dicho que haríamos las cosas diferentes, llega un punto donde no sabemos cómo hacerlo.
Como padres tenemos una gran participación en alimentar o minimizar este tipo de rivalidades, desde la llegada del nuevo hermano, así sean casi de la misma edad, desde ahí debemos fomentar los lazos de unión.
Las comparaciones a veces son inevitables, pero nunca termina bien, es tan fácil como evitar hacerlas. Por el contrario debemos puntualizar que si bien cada uno es diferente esto no hace menos a uno que otro, construir su autoestima y hacerles reconocer la personalidad de cada uno.
Haz consciente tu atención hacia ellos, a veces hacemos más caso a uno que al otro y o porque lo queramos o nos importe más sino que uno de ellos es más sociable y busca más el contacto o llamar la atención, así que es nuestra tarea darnos cuenta de esto y ofrecerles a cada uno una atención personalizada en tiempo y forma.
Por otro lado y aunque parezca difícil, permite que en medida de lo posible, sean ellos quieres arreglen sus diferencias, ayúdalos a reconocer cuál es la base del problema y a solucionarlo. Al final serán hermanos por siempre.
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