Vivir con Disautonomía no es nada sencillo, en primer lugar porque gran parte de la vida de un disautónomo se va en peregrinar entre médicos y tratamientos fallidos pues no es una enfermedad muy conocida y mucho menos fácil de diagnosticar además de esto tiene que aprender a vivir limitado encerrándose en sí mismo sintiéndose la mayor parte del tiempo cansado, desganado y enfermo, siendo estos síntomas parte aguas de emociones negativas y depresión.
Algunos de los síntomas más comunes entre disautónomos son:
- Ojos cansados, sensación arenosa sin causa aparente
- Dolores de cabeza, generalizados o en zonas
- Deshidratación o sensación constante de sed
- Mareos y vértigo
- Intolerancia a estar de pie por tiempo prolongado
- Hinchazón de piernas por falta de circulación
- Sudoración excesiva
- Necesidad frecuente de orinar
- Cansancio extremo
- Dolor muscular
- Escalofríos
- Manos y pies fríos aún en temporada de calor
- Intolerancia a climas cálidos y húmedos
- Problemas para regular la temperatura corporal
- Ruborización del rostro
- Apatía y desgane
- Hipoglucemias y hiperglicemias
- Mareos al cambiar de postura
- Taquicardias y/o palpitaciones
Contrario a otras enfermedades una vez diagnosticada la disautonomía no cambia mucho el panorama pues la enfermedad solo se controla en un porcentaje, claro que esto es preferible a nada y se pueden sentir cambios positivos pero se debe aprender a vivir con altas y bajas en cada día. Al vivir con disautonomía se necesita ser consciente de las limitantes que la condición trae y hacer cambios en estilo de vida y alimentación.
Una persona con disautonomía vive impidiendo desmayos y crisis por lo que es muy importante conocer su cuerpo y funciones para saber cuándo detenerse o tener alguna acción.
Sigue leyendo; qué es la disautonomía