Cuando nos preguntamos ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Por qué nos comportamos de determinada manera y no de otra? La motivación es un elemento que no podemos dejar de lado.
Diane Papalia sostiene que en términos de teorías de la motivación existen tres categorías: las que fundamentan una base biológica, las que acentúan el aprendizaje y las que remarcan los factores cognitivos.
Las teorías de base biológica apuntan a los instintos, la herencia y/o los impulsos para explicar qué lleva a una persona a modificar su conducta. La teoría más aceptada dentro de este grupo es la de Abraham Maslow, quien organizó las necesidades humanas de las más elementales a las más avanzadas en forma piramidal sosteniendo que un ser humano tenderá a satisfacer las necesidades primarias antes de pasar a las demás.
Dentro de las teorías que acentúan el aprendizaje nos encontramos con las exposiciones de Burrhus F. Skinner y Albert Bandura. Ambos autores reconocen en el aprendizaje el principal motor de la conducta, en especial la recompensa como medio para modificarla y dirigirla. De esta manera, tenderemos a repetir aquello que aprendimos y que nos dio los resultados deseados.
La última categoría explican los vaivenes de conducta basándose en los procesos de pensamiento y en la interpretación que realizamos de los acontecimientos que nos rodean. Según estas teorías nuestras acciones se verán influidas por nuestras creencias, expectativas, valores, etc. Todo ello nos acercará a concretar determinadas metas y fines.
Lejos estamos de comprender en su totalidad a la motivación, y aunque ningunos de estos tres enfoques explique por sí solo las razones de nuestro comportamiento, podemos decir que todos cooperan de manera intricada.