En la antigua Grecia ya empezaron a aparecer las agrupaciones de plantas en diversos recipientes. Cada año se celebraba el festival de Adonis (Dios de la fertilidad vegetal) y se plantaban «jardines de Adonis» para simbolizar la muerte y resurrección estacional del joven dios. Se sembraban semillas de rápida germinación en macetas, cestas y otros recipientes y durante ocho días se cuidaban hasta que estaban vigorosas. Entonces se agrupaban alrededor de los tempos de Adonis y se dejaba de cuidarlas por lo que se marchitaban y morían. Esta costumbre se hizo muy popular entre el pueblo, llegando a nuestros días como adornos decorativos en escaleras, balcones y patios.
En Roma también era característico en muchas casas las macetas en interiores, para compensar el limitado espacio de jardines. La aportación más importante de los romanos fue el desarrollo de medios artificiales para cultivar plantas fuera de temporada. Se traían cargamentos de rosas de Alejandría y Cartagena y las hacían florecer en invierno mediante invernáculos especiales, que tenían un tejado de cristal transparente y se mantenían calientes por medio de conducciones de agua caliente. También desarrollaron la técnica de «forzado», rodeándolas de un canal lleno de agua caliente, gracias a este aumento de temperatura, y a la humedad, se conseguía que florecieran fuera de temporada.
Durante la Edad Media en Europa, el estudio de las técnicas de cultivo, los secretos de las plantas medicinales y condimentos vegetales estuvo en manos de los monjes, aunque apenas se cultivaban las plantas por su belleza. Se usaban las aromáticas repartidas por el suelo para que al ser pisadas desprendieran su aroma y se repartiera por toda la casa.