Aprender a ser feliz

Aprender a ser feliz es el epígrafe con el que Eduardo Punset invita a conocer las últimas investigaciones sobre el tema. En su presentación afirma que la diferencia entre aquellas personas que sienten dicha por la vida y aquellas que no, refiere solamente a que las primeras han aprendido a ser felices mientras que las segundas no. Existen mecanismos neurológicos que desencadenan la “alegría de vivir” más allá de las circunstancias especiales por las que estemos pasando, y puntualmente se han identificado tres, las cuales el autor cita como “recetas para ser feliz”.

  1. Potenciar nuestra parte más hedonista practicando actividades que nos generen placer; tales como: escuchar música, platicar con amigos, disfrutar de una buena comida, dar un paseo, compartir tiempo con la familia.
  2. Desarrollar los pasatiempos y aficiones que más nos satisfacen, sin importar su uso o beneficio posterior. Lo importante a diferencia del primer punto es que estas actividades no deben ser pasajeras. Algunos ejemplos son: pintar, cantar, esculpir, practicar algún tipo de arte marcial o deporte, etc.
  3. Buscar el sentido de la vida más allá de uno mismo. Tal vez éste sea el desafío más grande en nuestra búsqueda.

El autor prosigue ofreciéndonos datos curiosos como por ejemplo que no somos más felices que las personas que vivieron en el año 1.800; ni el adelanto tecnológico, el sexo, la raza, la inteligencia o la salud, modifican sustancialmente el sentido de bienestar general de los seres humanos. Otros hechos que a primera luz indican “otorgar” felicidad, como por ejemplo la compra de un carro, solo ofrecen alegría por un periodo de tres meses, luego del cual todo retorna su curso normal. La felicidad está parece depender mucho más de aquello que sucede en nuestro interior.

Uno de los aspectos que sí parece influir de manera más estable nuestro estado emocional es la “calidad” de nuestros vínculos. Se ha podido demostrar que las personas que cuentan con una red social más amplia, estable y profunda son más felices que aquellas que poseen una red más pobre.

Aunque la ciencia sostiene que heredamos nuestro estado de ánimo de nuestros padres en un 25% a 50%, afirma de igual manera que se puede aprender a ser feliz.

4.6

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