Alquimia – Alberto Rionda

 

Cuando a finales de verano de 2012 Alberto Rionda anunciaba un parón indefinido en Avalanch, muchos fuimos los que nos sentimos realmente apenados. Una de las bandas más grandes del metal patrio en la última década se iba a tomar un descanso y, por lo que se daba a entender en las palabras del guitarrista asturiano, la cosa iba para largo. Pero los que conocemos bien a Rionda y hemos seguido toda su trayectoria sabemos que un genio como él no puede mantenerse demasiado tiempo callado…

A los pocos meses anunció la formación de un nuevo proyecto, bajo el sugerente título de Alquimia. Formado por integrantes de Amadeus y Avalanch, este nuevo proyecto se ha ido desgranando, poco a poco, durante este 2013, desvelando Rionda cada vez más detalles, hasta que ahora, a finales de Noviembre, por fin ve la luz. Y lo primero que podemos decir es algo que ya se sabe de sobra: Alberto Rionda ha vuelto al power metal.

Fue con ese estilo con el que conquistó a toda una legión de fans con los Avalanch de Llanto de un Héroe y El Ángel Caído, personalmente dos de los discos más grandes que se han hecho en este país. Tras la marcha de Víctor García, la banda tomó un rumbo que es de sobra conocido, sacando grandísimos discos consolidándose como un grupo sólido y con mucho que decir, más allá de modas pasajeras.

Sin embargo, en los últimos tiempos Rionda se sentía cada vez más tentado de recuperar su antigua Ibanez JEM y, con ella, los temas ultrarrápidos, donde el doble bombo trepidante nos llevara por épicos lugares poblados de leyenda e historia. El propio Alberto reconocía que esta había sido la principal razón para parar con Avalanch. Quería recuperar el power metal de sus inicios, un estilo que le encantan y en el que se siente muy cómodo, pero sus compañeros no eran demasiado partidarios. Así que por el bien de todos se decidió parar, y que cada cual crease lo que quisiese.

Y aquí está por fin la nueva criatura de Alberto Rionda, una vuelta a sus raíces, aunque con todo el bagaje acumulado de estos últimos 12 años. Rionda ha crecido como guitarrista, como compositor y como productor, y todo eso queda bien patente en Alquimia, que ya desde la propia imagen de la portada nos da una idea de lo que vamos a encontrar en estos trece cortes que conforman el álbum.

El primero de ellos es, recuperando una vieja y excelente costumbre, la intro orquestal de rigor. Bajo el título de Mutus Liber (libro mudo), este pequeño corte nos introduce en lo que será el mundo alquímico, un genial trabajo del teclista Chez García, muy en la onda de las épicas bandas sonoras. Un trabajo de orquestación espectacular que sirve de perfecto preludio para lo que vamos a escuchar a continuación.

El Lobo y El Arca fue el primer tema que Rionda adelantó de este nuevo trabajo, así que es bien conocido ya por cualquier fan. El inicio recuerda bastante a Malefic Time, su última obra con Avalanch, pero en cuanto escuchar puntear a la Ibanez de Alberto enseguida tendemos los puentes hacia sus trabajos más “clásicos” y powermetaleros. La voz de Isra Ramos irrumpe potente, con cierto aire a la del propio Ramón Lage. Un puente ultramelódico desemboca en un estribillo espectacular, muy coreable, marca de la casa. Trepidante y potentísimo, el tema sigue evolucionando entre la colosal interpretación de Ramos y los arreglos de Rionda y compañía. El solo neoclásico de la parte final del tema nos devuelve ese regusto del Ángel Caído que muchos echaban de menos en Rionda.Se nota que no se ha olvidado de “correr”.

El siguiente tema es Dama Oscura, que comienza con un evocador piano, unido a unos arreglos orquestales que tanto nos recuerdan a los de Llanto de un héroe. Y es que las reminescencias a esos dos trabajos son múltiples y (estoy casi seguro) puestas a propósito por Rionda para enganchar a los viejos seguidores. Este tema bien podría haber estado en uno de esos dos discos sin desentonar en absoluto. Puro y duro power metal melódico. El estribillo es de los que te ponen la piel de gallina, con un Isra pletórico demostrando sus dotes como vocalista, bien conocidas por todos los que hayan seguido su carrera en Amadeus. Uno de esos que en directo van a funcionar a las mil maravillas.

El inicio neoclásico de La Cuna de Arce pone el punto de diferencia con los dos temas anteriores. Se trata de un tema menos rápido, pero igualmente efectivo. La labor de Rubén Lanuza al bajo se hace más patente en este tema, dotando a la base de la dureza y la solidez necesaria. El estribillo ultramelódico no se desvela hasta casi la mitad de la canción, en un cambio a mayores que por momentos recuerda también al de Vientos del Sur. El interludio instrumental nos muestra también la vuelta al regusto clásico, desembocando en un espectacular solo de guitarra que combina velocidad y feeling a partes iguales

Si estabas echando de menos la velocidad, agárrate que vienen curvas. La Penitencia Del Noble eleva de nuevo las revoluciones, con un trabajo espectacular de Leo Duarte en la batería. Lo cierto es que esta letra se abre a una interpretación mucho más cercana a lo que estamos viviendo hoy en nuestro país y en todo el mundo. El puente hacia el estribillo vuelve a dejarnos con el regusto de la época Avalanch, aunque el estribillo no llega a la altura de los anteriores. Una estructura ciertamente previsible, con un nuevo solo trepidante antes del estribillo final restan un poco de originalidad al tema, aunque está claro que el power metal es como es, y no hay que buscarle tres pies al gato.

Alquimia 4

Divina Providencia es el sexto corte del disco, con un inicio lento y muy evocador. Cuando la tralla comienza, el tema se mueve entre el medio tiempo arrollador, con unos arreglos orquestales muy potentes y una de las letras más inspiradoras de lo que llevamos de álbum. Lo cierto es que en estos tonos, Ramos puede demostrar todo el potencial que tiene en cuanto a feeling y potencia de voz. Como ya sabe Rionda, no por llegar más alto se canta mejor, y aunque se nota que ha apretado las tuercas al nuevo vocalista en ciertos momentos, sabe que lo mejor es moverle por su registro natural.

Unos reconocibles acordes suenan al principio de Claro de Luna. Obviamente, se trata de un homenaje al genio Bethoveen, que en este caso Rionda ha querido unir con el de otro genio, Gustavo Adolfo Becquer, uno de nuestros mejores y más infravalorados poetas de todos los tiempos. A medias entre los sonidos clásicos en lo musical y la temática de leyenda en lo letrístico, la balada discurre como un tranquilo riachuelo que desemboca en una fuente de agua cristalina y brillante a la luz de la luna. Casi una nana, la voz de Ramos se mece con facilidad, logrando emocionarnos en cada palabra, reforzado por una instrumentación que potencia muchísimo el tema. El solo estremecedor pone la guinda a una balada de esas que marcan época. Y sí, también te viene a la memoria Antojo de un Dios como referente ineludible, posiblemente la mejor balada que Rionda jamás haya compuesto. Valga este maravilloso homenaje de un genio hacia otros dos, con un resultado tan brillante.

Otra pequeña intro instrumental nos anticipa el riff principal de Lagunas de Sal, mucho más trash que todo lo que hemos escuchado anteriormente. Está claro que Rionda ha querido volver al power, pero sin encasillarse solo dentro de ese etilo. Israel hace gala de una voz en tonos muy graves durante las primeras estrofas para acabar cantando altísimo, demostrando la impresionante tesitura que tiene. Sin perder de vista la melodía, el tema muestra una faceta mucho más “agresiva” de Alquimia, una buena vertiente que puede servir de vía de escape para el grupo cuando el power se quede demasiado encorsetado.

Alquimia 3

Aliento comienza con un ritmo mucho más comercial, con una melodía más accesible, aunque igualmente brillante, que recuerda más a los Avalanch de esta última época, con ciertas trazas de hard rock. Un tema diferente que pone un nuevo punto de color a este álbum, aunque no creo que pase por ser uno de los mejores.

La Fuente Dorada comienza con unos tranquilos acordes de guitarra, que de repente se violentan al entrar la voz de Ramos, cargada de rabia y potencia. Al llegar al estribillo, la batería comienza a ametrallarnos mientras la voz de Israel canta otra de esas melodías que se te quedan grabadas en el cerebro por días. Está claro que los brotes de metal han vuelto a surgir en el corazón de Rionda, y seguramente, en el de muchos de sus fans. Tal vez el desarrollo instrumental de antes del final se podría haber acortado un poco, porque aporta poca cosa y hace que el tema se exceda demasiado.

Nos vamos acercando al final con Sacrificio, otro de los temas ya adelantados del disco, que comienza con un riff trepidante y un Israel desatado. El estribillo vuelve a presentarse por sorpresa para convertirse en esa melodía que tararearas el resto de la semana, con el doble bombo atronando detrás de ti. La típica canción “machacacuellos”, pero muy bien desarrollada, en esta ocasión, superior a la media del disco. No sé si serán los coros melódicos, o ese ritmo de guitarra entrecortado, pero está claro que esta canción puede ser, seguramente, la más espectacular de todo el disco.

Sorprendente cuanto menos es el inicio de La Morada del Alquimista, con unos tonos muy folk que nos llevan a tiempos medievales. Una estrofa con una preciosa melodía da paso a un ultrarrápido puente instrumental a partir del cual el bombo ya no para de llevarnos galopando hacia el deseado estribillo, donde la cosa se viene arriba del todo y no puedes evitar moverte emocionado mientras las palabras de Israel te van elevando. Pues si había un tema que podía hacer sombra a Sacrificio, se nota que Rionda ha querido dejarlo para el final. La Morada del Alquimista es emocionante, espectacular, potente e inspiradora. Lo tiene todo para ser un éxito más en la carrera del genio asturiano desde este mismo momento. En cuanto termina, lo primero que piensas es “esto en directo tiene que ser impresionante”.

Como broche de oro a este disco y guinda al pastel, Rionda desempolva la acústica y nos regala un emocionante tema instrumental, en el que tampoco se olvida de la eléctrica. Cábala XIII es ese remanso de paz en el que asumimos todo lo que acabamos de escuchar, un colofón perfecto para un disco que, sin serlo, sí que roza a muy buen nivel, y seguro que trae de vuelta a muchos viejos seguidores del “estilo power” que en su momento se quedaron atrás por que Avalanch se apartó de aquello.

Para esos, para los amantes del power, para los defensores a ultranza de la época “Víctor García” de Avalanch, será una gran noticia saber que “ese” Rionda ha vuelto. No como entonces, sino renovado, con mucho más que ofrecer, con un estilo más depurado, las ideas más claras y el mismo talento, o más, que antes. Tanto si has seguido la senda de Avalanch durante todos estos años como si eres de los que te quedaste en El Ángel Caído, deberías darle una oportunidad al maestro Rionda, porque ya ha demostrado que nunca falla. Y ahora tampoco lo ha hecho. Que la alquimia dure mucho…

 

 

 

4.9

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