Las flores además de dar su belleza, y decorar las casas eran de una fragancia tan embriagadora para los egipcios que decidieron aplicárselas al cuerpo. Para ello consiguieron sacar la fragancia de las flores. De qué manera. Una de ellas fue la maceración.
La maceración era uno de los procesos más comunes para los egipcios, de hecho en muchas tumbas mostraban el proceso de elaboración.
La maceración consistía en sumergir flores, hierbas aromáticas y semillas en aceites previamente calentados a temperaturas superiores a sesenta o sesenta y cinco grados. Pasado un tiempo lo pasaban a un mortero e iban removiendo y mezclando mientras el aceite permanecía caliente. Para, acto seguido, se filtraba y se dejaba enfriar. Si el resultado al enfriarse era líquido se metían en frascos y si resultaba graso se hacían bolas o conos.
Una alternativa a este sistema era cocer las flores y plantas en agua tapando el recipiente con una tela saturada de grasa. Dejaban evaporar toda el agua y luego rascaban la grasa de la tela, que habría quedado perfumada. Este sistema aún se usa en Egipto en la actualidad.