Arrow, adicta sin demasiado que contar

Después de un violento naufragio y tras haber desaparecido y creído muerto durante cinco años, el multimillonario playboy Oliver Queen es rescatado con vida en una isla del Pacífico.

De vuelta a casa en Starling City, Oliver es recibido por su madre, su hermana y su mejor amigo, quienes rápidamente notan que la terrible experiencia sufrida le ha cambiado.

Por otra parte, Oliver trata de ocultar la verdad acerca de en quién se ha convertido mientras trata de enmendar los errores que cometió en el pasado y de reconciliarse con su ex novia, Laurel Lance.

Mientras Oliver trata de volver a contactar a las personas de su pasado jugando el papel del mujeriego adinerado, despreocupado y descuidado que solía ser, ayudado por su fiel chofer y guardaespaldas John Diggle, crea en secreto el personaje de un justiciero encapuchado, un vigilante que lucha contra los males de la sociedad tratando de darle a su ciudad la gloria que antes tenía; complicando esta misión, se encuentra el Detective Lance, el padre de Laurel, quien está decidido a poner al vigilante tras las rejas.

Desde luego, los mejores momentos de la temporada nos llegaron al comienzo, tras la llegada de Oliver Queen a Starling City, mientras asistíamos a cómo se construía su personaje a la vez que comenzaba a imponer su ley con su pegadiza coletilla you have failed to this city y jugaba al despiste sobre su alter-ego con su guardaespaldas John Diggle.

Por desgracia, Arrow ha ido perdiendo fuelle a medida que determinados personajes han ido cobrando excesivo protagonismo y la trama se ha ido dignificando, poniéndose más serie.

Y es que los roles centrales de la serie sobre los que giran sus arcos argumentales son incuestionablemente su talón de Aquiles, con menos carisma que Nico Abad en las retransmisiones de Moto GP.

4.7

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