Padres que espían a sus hijos

Me asombró escuchar en un informativo, días atrás, que hay padres que espían a sus hijos. El comunicador no se refería a padres que revisan armarios y cajones o leen diarios íntimos; sino a aquellos que pagan a investigadores privados para indagar sobre la vida de sus propios hijos; con quiénes se reúnen, a dónde van, si consumen drogas o no, si estudian o no, qué hacen en el tiempo libre.

La razón de tal acción se fundamentó en los “tiempos que corren”; tiempos de inseguridad, en los que padres y madres deben trabajar muchas horas fuera de la casa, y los hijos quedan solos, a la buena de Dios.

Realmente, no creo que ésta sea la verdadera razón de tal actitud; creo más bien que a la causa anterior se le suman: la escasez de “tiempo de calidad” compartido, la distancia afectiva y la falta de confianza entre ambas partes. De todos modos, esta actitud paterna que tiene que ver con la vigilancia, el merodeo o el escrutinio; no florece en cualquier tipo de familia, sino en aquellas que hemos definido como familias disfuncionales.

Que los padres espíen a sus hijos, es una medida tan extrema como desaconsejable; socava el frágil vínculo existente, y produce el efecto contrario: alejar a los hijos.

4.4

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