Me asombró escuchar en un informativo, días atrás, que hay padres que espían a sus hijos. El comunicador no se refería a padres que revisan armarios y cajones o leen diarios íntimos; sino a aquellos que pagan a investigadores privados para indagar sobre la vida de sus propios hijos; con quiénes se reúnen, a dónde van, si consumen drogas o no, si estudian o no, qué hacen en el tiempo libre.
La razón de tal acción se fundamentó en los “tiempos que corren”; tiempos de inseguridad, en los que padres y madres deben trabajar muchas horas fuera de la casa, y los hijos quedan solos, a la buena de Dios.
Realmente, no creo que ésta sea la verdadera razón de tal actitud; creo más bien que a la causa anterior se le suman: la escasez de “tiempo de calidad” compartido, la distancia afectiva y la falta de confianza entre ambas partes. De todos modos, esta actitud paterna que tiene que ver con la vigilancia, el merodeo o el escrutinio; no florece en cualquier tipo de familia, sino en aquellas que hemos definido como familias disfuncionales.
Que los padres espíen a sus hijos, es una medida tan extrema como desaconsejable; socava el frágil vínculo existente, y produce el efecto contrario: alejar a los hijos.
Psicóloga~ Terapeuta~ Docente
La Licenciada Verónica M. Sargiotti Pieretto es Psicóloga especialista en Terapias Breves. Egresada de la Universidad Nacional de Córdoba en 2002. Profesora en Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba en 2004. Y Postgraduada en Psicoterapia psicoanalítica breve del Centro de Investigaciones Psicológicas en 2006.