Cuando nuestras plantas necesiten mucho oxigeno en nuestras raíces es necesario suelo arenoso menos compacto que el arcilloso pero necesitará más riego:
La tierra arenosa consta de partículas grandes, que están sueltas y apiladas, unas encima de otras. Las plantas en un suelo de estas características casi nunca sufren falta de oxígeno, pero la sequía sí que puede dar problemas. Por eso, antes de la plantación, se aconseja mezclar la tierra con abundante material orgánico y regar periódicamente cuando no llueva.
Hay que suministrarle agua con mucha frecuencia, pues este tipo de suelo se caracteriza por su incapacidad para mantener líquido. No obstante, las dosis deben ser reducidas para evitar el encharcamiento. Una opción para evitar encharcamiento así como sequedad es poner agua en el plato inferior separado por piedras absorbentes de modo que puede coger agua cuando lo necesite.
Para un buen crecimiento de las especies es, por tanto, deseable abonar por lo menos cada primavera para subsanar las pérdidas de nutrientes que se producen en las raíces por el arrastre de minerales que lleva consigo el riego abundante. En caso de cultivos de crecimiento vigoroso, se vuelve a echar un poco de abono en mayo y junio.
Lo ideal es enriquecer el sustrato con fertilizantes que demoren su disolución y permitan que la raíz los absorba poco a poco. De este modo, la pérdida en cada riego será mínima
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