Coge un cuchillo o un estropajo metálico y raspa las conchas para quitar las pequeñas caracolitas que tienen ya que dentro suele haber gusanitos. Tira de los pelillos y arráncalos. Después enjuágalos y sumérgelos en un bol grande con agua fría y sal para quitarles la arena que puedan tener. Escúrrelos y vuelve a enjuagarlos con agua fría. Y ya están listos para cocinar.
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Fundador de iOrigen y otros proyectos personales.