El fin del mundo

Las teorías apocalípticas acerca del fin del mundo han aparecido a lo largo de la historia de la humanidad. Tormentas solares, meteoritos estrellándose contra la tierra, catástrofes naturales, colapsos económicos, inversión de los polos de la tierra e inclusive la última predicción apocalíptica: la profecía Maya; todas ellas mencionan puntos comunes: la destrucción total o parcial de la raza humana, hambruna, pandemias, barbarie… Hasta hemos comenzado a observar, desde hace algunas décadas, familias y grupos sociales que se preparan para ello de manera diligente apuntalando básicamente al autoabastecimiento alimenticio e hídrico y la defensa armamentista. Se los conoce como Preppers (denominación norteamericana) o Supervivencialistas.

Un escenario similar, y asociado al fin del mundo, se ha vivido en cada cambio de milenio, año 500, 1000, 1500 y 2000; produciendo grandes impactos a nivel psicológico y social.

Las profecías apocalípticas, sin importar el tipo que sean, activan el instinto de supervivencia del hombre dado que lo enfrentan a uno de sus más grandes temores: la aniquilación. Algunos teóricos como Howard Bloom han postulado que las teorías cataclísmicas pululan debido a la inconformidad que siente el ser humano acerca de la dirección que lleva la sociedad. Para el autor, existe un deseo inconsciente de limpieza y nuevo renacer que las teorías apocalípticas estarían satisfaciendo.

Uno de los puntos más llamativos en toda esta dinámica es que ante panoramas de “el fin del mundo” la capacidad racional de los seres humanos se ve disminuida; obviamos explicaciones científicas y objetivas y nos aferramos a pseudo teorías que aumentan  la ansiedad, el estrés y la angustia. Es tal vez por esta razón, o por la culpa como lo expresaba Bloom, que con cada nueva teoría apocalíptica volvemos a caer en el mismo lugar.

4.5

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