Las chicas de tallas grandes tienden a pensar que son las «únicas gorditas del mundo» y se sienten acomplejadas cuando ven las famosas actrices de Hollywood con sus tallas mínimas. Pero la realidad es diferente, estas mujeres cuentan con toda un equipo que las «asesora»: maquillaje, ropa cara, photoshop, fajas reductoras, que las ayudan a ocultar sus «imperfecciones».
Muchas de ellas viven con la presión permanente sobre su peso y se siente muy frustradas cuando tienen que adelgazar aún usando una 42.
No son pocas y aseguran sentirse muy mal cuando se afirma públicamente que están «gordas». Kate Winslet, la protagonista de Titanic, a sus 33 años está en la mira debido a su peso, otro tanto le ha sucedido a la actriz Liv Tayler y hasta a la mismísima Scarlett Johanson que aún con su fama ha sido mencionada más de una vez como una «chica grande».
Todo parece indicar que, idependientemente de la contextura de una mujer, si viste una 42 ya es considera «con curvas» por decirlo de la mejor manera. Lo vive actualmente la exitosísima actriz colombiana que triunfa en Estados Unidos, Sofía Vergara y ya lo padeció en su momento la archiconocida Eva Mendes, una chica que se ha destacado a pesar de que en varias ocasiones productores le pidieron que perdiera peso. Y es que la belleza física de estas mujeres es innegable aunque tengan una 42 o una 44.
Además de la obsesión con el peso, el mundillo de Hollywood también se muestra poco tolerante con las curvas: las cantantes María Carey, Beyoncé y Jennifer López han estado durante mucho tiempo en el ojo de la crítica por sus curvas y sus derriers; perseguidas, observadas y señaladas se han sometido a extenuantes rutinas de ejercicios para mantener una imagen de la cual viven.
No fue fácil tampoco para Salma Hyeck, que tuvo que soportar ser rechazada varias veces en el inicio de su carrera como actriz debido a su «sobrepeso». Otras como Lindsay Lohan y Hillary Duff han sufrido de trastornos alimenticios, obsesionadas con la báscula que algunas veces indica más y otras menos peso.
Estas mujeres han sobrevivido en su medio, pertenecen a ese grupo de chicas que no son talla 36 ni 38, sino que han estado entre ese rango «pecaminoso» de la 42 y la 46, esa banda de peso en la que muy pocas se atreven reconocer públicamente que están por ser consideradas tallas grandes. Han demostrado que la delgadez extrema no es sinónimo de éxito.