Lo de Houston y Winehouse no son tragedias, ni trágicas vidas. A una le perdió el amor a otra las drogas y el alcohol. Sin embargo, Edith Piaf tuvo de todo en dosis dobles e incluso triples.
Esta diva francesa tuvo una vida que bien pudiera haber escrito cualquier novelista. Pues durante toda su vida no hizo más que parecer.
Como fue el caso de su madre alcohólica que abandonó a su hija.
Su padre, contorsionista, la hizo actuar junto a él por mediocres circos y para remate su abuela era una proxeneta. Para colmo su vida la derivó a la prostitución para poder vivir.
Descubierta y ya considerada una estrella se enamoró de un boxeador, Marcel Cerdan, que murió en un trágico accidente de aviación.
Así que la Piaf se dedicó a recordar a Santa Teresa de Jesús y su vivo porque no vivo y muero porque no muero. Y así a los cuarenta años dejó de cantar, dejó de emitir su voz y su pena.
Su cuerpo más acorde de una anciana de setenta años que de una curentona, por fin descansó en paz. Esperemos que también su alma.