El tiempo de exposición a la luz solar y, como consecuencia, la variedad de temperaturas, marca la existencia de las cuatro estaciones anuales. En primavera y en verano la radiación solar se incrementa, lo que produce el aumento paulatino de las temperaturas. En cambio, en el otoño y en el invierno las horas de insolación disminuyen, con lo que descienden las temperaturas.
Las plantas necesitan, de acuerdo con cada especie, niveles óptimos de temperatura para su desarrollo. Por encima o por debajo de éstos, el crecimiento se hace más lento, e incluso se paraliza. En climas suaves o mediterráneos, suelen pensarse que sólo las plantas que no resisten el frío se ven afectadas en su crecimiento. Sin embargo, también existen especies para las que un exceso de luz solar puede llevarlas a un crecimiento atrofiado, y otras muchas a las que tanto una mayor exposición al sol como al frío les resultará irrelevante.