Este sigilo fue quebrado en la actualidad con la publicación de una voluminosa obra ilustrada sobre el Ikebana, en cuatro volúmenes, del Maestro D. B. Takeda, pues él opina que el hecho de ser divulgados los conocimientos no perjudica el espíritu de la doctrina.
Pero pese a su empeño de exponer lo fundamental de las enseñanzas del Arte Floral, no consiguió transmitirlo de manera que pudiera ser asimilado enteramente de forma racional, pues tropieza en un límite allí donde se aproxima a la esencia, a la última instancia, aquel punto en el que nada más puede ser dicho ni enseñado, sólo vivido. Y no se puede aprender aquello que no se sintió y no se vivió. La verdadera enseñanza no puede ser expresada con palabras. Como dice Lao Tsé: “Aquel que habla, no sabe; aquel que sabe, no habla”.
Así sucede particularmente con el arte oriental, ya sea con los arreglos florales, la pintura o el arte del arco, pues presuponen no sólo talento artístico, sino principalmente una actitud espiritual, adquirida a través de largos años de prácticas de concentración