Entrevista a Ricca

Ricca

Ricca es el sugerente nombre del nuevo proyecto personal de Esther Ovejero. La cantante canaria nos presenta su faceta más rebelde y desenfadada con “Gerunds”, un completo trabajo discográfico que presenta acertadamente un mestizaje sonoro fusionando el soul, el blues …

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Entrevista a The Dirt Tracks

The Dirt Tracks

Habladnos un poco de cómo surge la banda, de vuestros comienzos. Nacemos en 2011 muy motivados por este nuevo proyecto. Son esos momentos en los que el cuerpo te pide decidir entre dos cosas: o te retiras, o te lanzas …

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Entrevista a Kenedy

Entrevista a Kenedy 2

Hace poco dejábamos aquí la reseña de su nuevo EP, un trabajo en el que han tratado de darle otra vuelta de tuerca a su sonido, haciéndolo más directo y contundente, pero sin perder esa magia que flota en todas …

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Entrevista a Melisa Fernández

Entrevista a Melisa Fernández

Hay veces que te encuentras con voces que retransmiten historias elaboradas desde el corazón, con un tacto y una sensibilidad deliciosa que colmarán a tus oídos de un equilibrio y un sonido armonioso que te embelesará. Melisa sabe acompañar a …

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Entrevista a José Lucena

José Lucena es una de las nuevas promesas del indie pop español, en su música nos encontramos con actitud, melodías y letras personalizadas que se transmiten desde el alma para un público que amará la cercanía de sus historias y su estilo. ¿Te animas a conocer sus canciones primicias como “Y pensar”, “Tanta agua como tú” o “Sintonía”? -Entrevista- Además de músico, eres actor. ¿El tener experiencia en diversos cortometrajes, televisión y publicidad te ha ayudado a la hora de transmitir historias en tus canciones? Quizá sí, pero ha sido como incubar un huevo durante un largo tiempo. Me centré en el actor al llegar a Madrid, confiando en que algún día retomaría la música como creador e intérprete. Durante estos años como actor no han sido pocos los papeles que me han conectado con la música, como actor pianista o guitarrista o incluso cantando en un par de musicales infantiles. Sabía que comenzaría a componer de nuevo cuando mi cuerpo me lo pidiera, cuando tuviera cosas que contar y las melodías volvieran a mi cabeza. El vivir todos estos años conectado con la emoción desde el actor ha significado para mí ese proceso de incubación, de conexión conmigo mismo y con lo que me rodea, de escucha sin querer decir ni pío (musicalmente hablando) y es ahora cuando siento que ha llegado mi turno de contar y que quiero hacerlo desde un lugar tan universal y al mismo tiempo tan personal como la música y la emoción. ¿Es la interpretación necesaria para saber transmitir más en una canción? No lo creo, pero sin duda a mí me ha ayudado para avanzar trabajo y lograr una experiencia similar a la que otros músicos habrán obtenido subiéndose al escenario concierto tras concierto. Hay un entrenamiento que el actor lleva a cabo cada día y que pasa por conocerse y conectarse consigo mismo y con lo que le rodea, con todo lo que eso implica. Entrena su sensibilidad, sus emociones y su capacidad para trasmitirlas, desarrolla herramientas de algún modo. Se expone cada día en el teatro, en los rodajes, en una prueba o incluso en casa preparando los personajes. El entrenamiento es diario y el exponerte cada día hace que cuando te enfrentas al público como músico, ya tengas un recorrido hecho, pero la sensación es muy diferente. No hay un personaje y soy yo, desde mi propia verdad (no desde la verdad del personaje) quien tengo la responsabilidad de contar mis historias, mis canciones, mis cosas y hacérselas entender a un público que deseo conecte con mi historia. En mis directos pongo especial atención en eso, en contar y no sólo en cantar… La voz no lo es todo. Hay personas con voces maravillosas, cuidadas, prácticamente de conservatorio, con un estilo depuradísimo, auténticos instrumentos vocales, que luego conectan poco con el público más allá del impacto que nos provocan sus voces. Y luego hay otras voces más sucias, personales, (imagina Bob Dylan) que mueven masas con sus canciones sin ningún virtuosismo vocal… Como músico puedes no ser un gran instrumentista o un gran vocalista y sin embargo conectar con el público, supliendo con alma lo que te falta de “virtud” tal y como entienden muchos “la virtud”. Luego hay gustos para todos… Todos conocemos géneros musicales o artistas que entendemos son maravillosos pero no nos llenan, no nos hacen conectar… No puedo explicarte ni convencerte de que te guste el flamenco si no te gusta, por mucho que para mí sea algo sublime, y tan sublime que no me atrevería con él de ninguna de las maneras, jajajaja! Es lo bonito del arte, no hay un arte total que llegue a todo el mundo y no depende del virtuosismo o la forma, ni del fondo o el mensaje, sino de mi libertad como espectador de sentir si una cosa me conmueve o no. Y eso sí, si no me conmueve, puedo apreciar igualmente su calidad, esfuerzo o dedicación. No tiene sentido cebarse en contra de un creador. Cuando alguien comete semejante imprudencia, seguramente oculta algún vacío interior, miedos, envidias o cualquier otro tipo de dolencia o desequilibrio… no sé… ¿espiritual? que le hace arremeter con furia contra la obra de alguien sin el más mínimo atisbo empático hacia las personas, sus deseos, sus esfuerzos, su trabajo… Es muy triste, pero sucede con mucha frecuencia y son actitudes que deberíamos frenar en seco en cuanto las detectáramos a nuestro alrededor. Hay personas que luchan con fe absoluta en su trabajo, ponen el alma en ello y no tiene sentido alguno pretender destruirlas con juicios de valor gratuitamente iracundos. El arte tiene una responsabilidad social. En mayor o menor medida nos saca de nuestro día a día para sumergirnos en otro lugar o al menos lo intenta. Quienes deciden abordar el camino del arte y convertirlo en el leit motiv de sus vidas merecen ya mi respeto, si no a veces su arte, al menos sí la persona, pues vive con una coherencia extrema consigo misma, con sus tripas, como diría F.G. Lorca: “Cuando las cosas llegan a los centros no hay quien las arranque”. El arte al final está hecho por personas y para las personas y nada gustará a todo el mundo, pero si respetamos una obra, respetaremos también a todo el colectivo que se deja emocionar o tocar de algún modo por dicha obra. Me he salido del tema parece, pero bueno, esto es lo que tiene el diálogo y el sentirse a gusto en una entrevista… De algún modo quería exponer que hay una labor de “transmitir” por parte del músico y otra de “recibir” por parte del público, y tanto músicos como público tenemos que encontrarnos… Yo no soy buen público de todos los músicos ni soy buen músico de todos los públicos… En definitiva, como dirían en mi pueblo, “Dios los cría y ellos se juntan”. ¿Defines la música y el teatro o la interpretación como “una rama del arte gemela” o el proceso de creación es totalmente distinto? Tanto como “ramas del arte gemelas” no, pero sí hay puntos en común, sin duda los hay. El punto de partida desde el que yo trabajo como actor intento que sea la emoción, como me han enseñado mis maestros, Antonio Díaz-Florián en el pasado y Carmen Rico actualmente. A veces hay determinados papeles o lenguajes cuyo eje no será la emoción y acudiré a otras técnicas para conseguir un resultado óptimo en los tiempos que me marca la industria. Si es cine o teatro tienes más tiempo para preparar un personaje, pero si estás en tele, un día acabas el rodaje de noche y al día siguiente te recoge el coche de producción a las 6:30 de la mañana y debes llevar el nuevo texto aprendido y con una propuesta sólida de personaje. Como músico, siempre creo desde la emoción. No me permito licencias… En el caso de la música la industria no me presiona, o al menos no por ahora, es decir, si un día veo que no me sale nada, y que me apetece ver una película o escuchar otras músicas, lo haré. No estoy obligado a componer cada día, porque quizá la semana siguiente escribiré dos canciones en una semana. He aprendido a no exigirle a mi cuerpo, a no forzar la emoción, porque si la fuerzo huirá de mí… Llega cuando estoy relajado, feliz, y así me gusta hacer mi música, desde la emoción, y no en medio de una carrera por conseguir atrapar a una emoción que huye de mí mismo… Claro que a veces compongo desde una situación dolorosa, pero porque de algún modo estoy reconciliado con las emociones y llego a sentirme bien incluso con mis lágrimas cuando éstas tienen que salir. No cabe la angustia. El dolor está ahí y existe y es precioso saber que tenemos la sensibilidad suficiente para dejarnos afectar, conmover y darnos cuenta de que no estamos muertos, que sentimos, que vivimos y que a día de hoy y a pesar de tantos males, no nos acostumbramos a ellos y las cosas nos siguen tocando. Es la empatía con el mundo de la que hablaba antes… En palabras de Carlos Rico, en su obra “Sonias”, “hay gente que quiere ver la vida pasar, yo quiero seguirla, sentirla, ver es creer pero sentir es estar seguro”. En comedia, incluso realizaste la interpretación del Hijo de Dios argentino en “100 calabazas” ¿te gustaría en un futuro participar en musicales? Pues mira, algo que muchos no saben. Ya hice un par de musicales infantiles en el Teatro Arlequín (que por desgracia acaba de cerrar sus puertas, otro teatro más…) hace algunos años “El Príncipe Feliz” y “Pulgarcito”. Fue muy bonito y divertido trabajar para los niños, un público exigente sin duda… no tienen filtro y son sin duda un reto. O lo haces bien o lo haces bien, no hay término medio. Pero no es mi idea hacer musicales en estos momentos. Si me proponen un musical, escucharé la propuesta, leeré el guión y veré el tipo de canciones. Mi registro no es lírico y he encontrado mi voz y mi lugar cantando mis canciones con mi guitarra. Tendrían que ser canciones muy pop-rock para sentirme a gusto en el escenario. Los musicales requieren ciertas cualidades vocales y tendría que adaptarme de nuevo a esos registros. Sería un bonito reto, pero por ahora no está en mis objetivos aunque como digo, nunca me cierro a nada. El futuro lo dirá. En tu experiencia musical no sólo desarrollas tu trabajo como cantautor sino que también has participado como actor en los videoclips de otras bandas como “Varry Brava” (videoclip “Calor”) ¿en qué lado te sientes mejor? Bueno, yo no me considero cantautor, quiero decir, el formato te lleva a pensar en eso porque hasta ahora ha sido literalmente “un tío con su guitarra”, y soy autor de todas mis canciones. Pero creo que todos entendemos el “cantautor” como un género y mi estilo no es ése. No pretendo menospreciar el género, que quede claro, que yo he sido y soy un enamorado de Silvio Rodríguez y de Aute. Yo pensaba que hacía pop y que se podía prestar al pop rock con un cierto nivel de producción, pero los críticos musicales me consideran artista indie pop, así que genial, ya sé lo que soy! jejeje! No me molesta para nada la etiqueta “indie pop” y creo que se ajusta mucho más a mi estilo que el género “cantautor”, eso desde luego. Pero sí, el videoclip de Varry Brava fue una experiencia maravillosa de rodaje, de estas veces en las que la magia se produce, todo sale bien, los equipos de personas que trabajan son de quitarse el sombrero y no miras el reloj porque no te importa grabar las horas que sean necesarias a favor de algo así. Varry Brava son una banda joven con músicos muy buenos y melodías que no te sacas de la cabeza desde la primera vez que las escuchas, lo que para mí es fundamental como músico, la melodía, así que los admiro y mucho. El director del videoclip, que curiosamente es su batería, Fran Gas, tiene una gran experiencia como director y todo el videoclip estaba perfectamente guionizado, hasta los diálogos se recogían escritos en el guión a pesar de que no se iban a oír, pues era un videoclip, y eso facilitaba mucho la definición del personaje. Pero es muy diferente trabajar como actor y como músico. En su videoclip yo era un personaje con estética ochentera, canallita en su actitud y dispuesto a quemar la noche de bar en bar y de fiesta en fiesta, insisto, un personaje… En cambio cuando salgo al escenario como músico, no hay un personaje… está José Lucena, ahí, desnudo, con sus letras, sus melodías, su voz y su guitarra… no hay nada más, no hay una producción, ni un guión escrito por otra persona, ni la dirección de nadie. Esa desnudez es real y es lo que hace que sienta un apego especial por el directo como músico, porque encuentro una libertad y un riesgo muy diferente al que asumo como actor. Por eso muchos actores también cultivan otras facetas del arte, bien sea la música, la pintura, la dirección o la escritura, porque buscamos otros lugares en los que poder expresarnos y sacar lo que llevamos dentro sin ningún tipo de corsé. La actuación a menudo requiere marcas, direcciones, tiros de cámara concretos o espacios en la escena que te vienen impuestos y tienes que respetar, y tu responsabilidad como actor es integrar eso en tu personaje y justificar una mirada, un movimiento, una subida de tono, una lágrima, un lugar en la escena, es decir, hacer de esa dirección o marca el motivo de tu personaje y su necesidad. Hay directores muy flexibles que te permiten gran libertad, sin duda, pero al final son muchos los elementos que intervienen y resulta un proceso creativo conjunto. En el caso de la música, es mucho más personal cuando eres el creador de tus canciones, aunque luego intervienen igualmente muchos factores cuando llega el momento de entrar en el estudio y grabar los temas. De cualquier forma, amo las dos facetas… El motor es el mismo, la emoción, y es coherente abordar diferentes facetas del arte. ¿Qué es lo más especial de interpretar y componer una canción? Difícil… ¿qué es lo más mágico de la magia? Pues eso… en definitiva me sigue pareciendo mágico todo el proceso. Cuando compongo suelo hacerlo con mucho silencio, de noche, cuando con apenas rozar las cuerdas de la guitarra y hablan por sí solas. Ese momento es muy especial. Es un tiempo para mí y lo vivo con gran felicidad, con una sensación real de gusto (me lleno la boca al decir “gusto”) que no te puedo describir fácilmente. Cuando esas circunstancias se dan, la música fluye y la creación llega. Luego cuando pasan los días y la canción demuestra que soporta el paso del tiempo y la acogida del público y hasta mi propia acogida, a veces yo mismo me sorprendo de cómo llegó esa melodía a mi cabeza y esos arreglos a mi guitarra y por un momento me siento incapaz de volver a crear otra canción igual… Luego pasa el tiempo y una nueva canción surge, y de nuevo se inicia el proceso de creación, revisión, puesta a prueba, revisión, aceptación, exposición y otra vez la sorpresa… ¿cómo pude hacer yo esto? ¿sería capar de volverla a hacer? Y claro, no puedes volverla a crear porque ya está creada, así que toca hacer una nueva… Y a la hora de interpretarla, lo más especial es la mirada del público y descubrir que está conectado con mi canción. Desde el escenario se ven tantas cosas… tú te abres generosamente al público y el público acude con tanta o más generosidad todavía, y realiza su catarsis. Puedes ver en sus ojos cómo se identifican con esa historia, que se sonríen cómplices, con la canción, conmigo y consigo mismos al reconocerse en una situación similar y saberse torpes, enamorados, felices, bobos, soñadores, etc. Nos pasamos la vida queriendo encontrar elementos diferenciadores que nos hagan únicos, con lo fácil que sería reconocernos como únicos sin necesidad de demostrarnos nada a nosotros mismos y a partir de ahí, pasar a disfrutar de lo bonito que es el hecho de que nos unan tantas y tantas cosas y que aunque cada uno seamos un universo, en lo esencial no somos tan diferentes… Cuando queremos demostrar que somos únicos, y acudimos a exhibir el arsenal de habilidades que hemos ido aprendiendo y desarrollando a lo largo de los años, normalmente acabamos haciendo el tonto, fuera de lugar y dando la nota. Creo que todos podemos imaginar algún colega o conocido intentando lucirse fuera de lugar o vete tú a saber en qué situación… Y hasta nos sentimos obligados a prestarle atención para no hacerle sentir mal, lo cual resulta doblemente ridículo, pero ahí está lo bonito… que acabamos protegiendo hasta a la oveja boba del rebaño, que al final acaba resultando incluso entrañable. ¿En qué te basas para comenzar la idea de una canción? Sinceramente, a día de hoy no tengo una fórmula y prefiero no tenerla. Cada canción me ha surgido de un modo diferente. Algunas, como “Tanta agua como tú” o “Y pensar”, se han creado en mi casa, en ese silencio del que he hablado y que tanto reclamo en mis canciones, de noche, y escuchando… no fuerzo las melodías, no las genero matemáticamente… a veces sólo toco un poco las cuerdas, escucho qué me quieren decir y la melodía está ahí, simple y pura, directa. Entonces empiezo a canturrear y las palabras se van colocando solas… me escucho canturreando al igual que un bebé se escucha haciendo ruidos para dormirse. Yo escucho lo que la melodía me quiere decir y las palabras van surgiendo y cuando acuerdo voy por la mitad de la canción. Entonces leo la letra y tomo conciencia sobre lo que he estado escribiendo, y a partir de ahí continúo con la canción. Quienes saben de eso dicen que sería algo así como escritura automática, y para mí siempre es más brillante mi proceso de escritura cuando lo estoy vomitando desde alguna parte de mi inconsciente o de mis tripas que cuando tomo conciencia y sigo construyendo desde un lugar más racional o intelectual. Ése es el salto delicado en mis canciones y para evitarlo, a veces las dejo reposar cuando tomo conciencia de lo que estaba escribiendo y regreso a ellas días más tarde buscando de nuevo ese breve espacio de tiempo en que la canción me habla y se construye prácticamente sola antes de que yo me ponga a “querer hacerlo bien”. Ese “querer hacerlo bien” a menudo puede ser de lo más contraproducente, bloquea la escucha y se vuelve narcisista y pretencioso. Otras canciones surgen de manera espontánea, delante de un escaparate, como me pasó con “ves el cristal” o saliendo del dentista como con “Sintonía”. En el caso de la primera, la melodía me abordó en Estocolmo durante su festival de cine, mientras observaba un escaparate repleto de figuritas de cristal. Mi cabeza pensaba desde lo más trivial “¿Cómo limpiar el polvo ahí sin destruirlo todo?” (mi punto marujil) a algo más profundo, acerca de la fragilidad que esconde una apariencia tan preciosa, llena de brillos y delicadeza. Y de ahí surge la primera estrofa con sus juegos de palabras que tanto me gustan a mí: “Ves el cristal, ya no te quieres lucir. Todo es tan frágil que ahora me toca a mí cambiar de tercio y se tercia que sí”. Y llegó a mi cabeza la melodía con la letra incorporada, como una bofetada. Saqué rápidamente la grabadora del móvil y grabé. Luego ya fui grabando el resto de las estrofas mientras caminaba por la calle y cuando llegué a España y cogí la guitarra, sólo tuve que buscar los acordes y armonizar la canción. Sólo con la primera estrofa ya comprendí de qué iba mi canción, estaba claro, y tenía claro que seguiría por ahí. Pero yo no pienso “voy a escribir una canción que hable sobre el agotamiento de una relación y la necesidad de dar un golpe de mando y girar el timón para terminar algo que sin la determinación de uno mimo, se eternizaría en una espiral irresoluta y bla bla bla” Mi móvil está lleno de las ideas que generaron las canciones que actualmente habéis ido conociendo y de nuevas que tengo aún por desarrollar. Es muy gracioso cuando muestro a alguien la creación de alguna canción como “Sintonía” y se ve la correlación de minutos entre una grabación y otra. Se escucha la primera estrofa saliendo del dentista, caminando por la calle y entrando al metro, la segunda, en otra grabación siete minutos después, en el trayecto de metro entre Argüelles y Goya, y la tercera, que ya incorpora estrofa y estribillo mientras salgo del metro, jadeando asfixiado de cantarle al móvil mientras subo escaleras del metro y de fondo los coches, la gente, los pajaritos de los semáforos que alertan a los invidentes… Es fácil pensar que estoy fatal si me ves por la calle en uno de esos momentos en que me asalta una idea. Frecuentemente son momentos en los que me siento muy bien, en los que la sensación térmica es la mejor del año (me sucede a menudo, soy poco exigente con el clima), en los que me siento feliz, y compongo normalmente desde ahí, desde ese “estar muy a gusto” que yo digo. ¿Qué piensas que debe tener una melodía para que haga que una persona al otro lado, se tome más de un minuto para escucharla? Otra pregunta difícil… en publicidad parece que hay una norma y es que en x segundos tiene que suceder algo que te enganche, por eso está muy medido cuando en youtube nos ponen publi y nos dicen que podemos saltarla en 5 segundos. Estás deseando que pasen esos 5 segundos para saltarla, pero el caso es que a veces cuando llega al segundo 5 y puedes pasar al vídeo, ya estás perdido y enganchado al anuncio, con ganas de saber más, de ver más, de conocer qué te quieren anunciar, aunque sólo sea porque te ha atrapado la estética, la imagen, o una sensación. A mí me pasa. En el cine sucede algo similar, también hay unos minutos iniciales donde tienes que enganchar al espectador y si no estás perdido… Esto los americanos suelen hacerlo muy bien. Pues yo creo que en música la cosa debería ser algo similar. Es decir, la primera estrofa ya es canción, los primeros acordes ya son canción. La melodía debe comenzar desde el minuto uno y no sólo en los estribillos. Es lo que nos pasa a veces cuando escuchamos una canción y no sabemos ni qué canción es hasta que llega al estribillo y entonces ya se nos ilumina la cara, “Ah! es tal o cual!”, o nos pasamos la estrofa deseando que llegue el estribillo, donde está el subidón y es lo que nos gusta. Yo sé que tengo canciones donde el estribillo no está clarísimo y parece que todo fuera estribillo, o nada lo sea. Canciones donde la melodía se repite machacante in crescendo como en “tanta agua como tú” y el giro no es para introducir un estribillo sino para descansar al oído. O canciones como “sexo y silencio” donde el estribillo es sólo un mensaje y lo importante, la verdadera historia y la parte más melódica está en las estrofas. También canciones más normativas (por decirlo de algún modo) como “Y pensar” que sí tiene una estructura más de estrofa, estrofa, estribillo, puente músical y de nuevo estrofa, estrofa, estribillo y final en intensidad. Es decir, quiero ser libre componiendo, quiero crear sin fijar una estructura con anterioridad… eso me lo va dando la canción. Mi única preocupación es crear melodía desde la primera estrofa, porque si no, yo me aburriré de mí mismo. Soy un apasionado de la melodía, lo siento… es mi mayor vicio. Las bandas de las que he bebido desde pequeño eran pura melodía y siempre les admiré aquella capacidad, sólo tienes que pensar en los Beatles... Nuestra cabeza está preparada para recordar melodías. Es lo que hace que cuando acaba una canción te vayas con ella canturreándola a casita desde la primera vez. Hay músicas basadas en otras cosas que no en la melodía, muy interesantes de escuchar, pero difíciles de reproducir en nuestras cabezas. Actualmente estás promocionando tus singles, publicados en Youtube como “Sintonía”, “Y pensar”, “Tanta agua como tú”, “Ves el cristal” o “Sexo y silencio”. ¿En pocas palabras cómo definirías cada uno? SINTONÍA: un juego de palabras y emociones Y PENSAR: un despertar a la realidad de algo que nunca habrías querido creer. TANTA AGUA COMO TÚ: una toma de conciencia “Necesito tanta agua como tú”. VES EL CRISTAL: Una oda a la autodeterminación como individuo y a la libertad para decidir desde lo que el “ser” necesita (el yo) y no desde lo que necesita el “no ser” (los demás). Debemos cuidar el “yo” para estar a buenas con el mundo. Un exceso de sacrificio nos puede marchitar y no tiene sentido mantener situaciones por pena, compasión, etc. SEXO Y SILENCIO: un grito inocente al amor y canalla al sexo cuando la amistad solo puede ser un accidente y no un objetivo. ¿Y qué es lo que más te ha emocionado en su proceso de composición? Que todas nacen de la verdad, una verdad que está dentro de todos nosotros con independencia de los nombres que protagonicen nuestras historias. ¿En el futuro te plantearías crear una gira? Por supuesto, es más, ¡estoy deseándolo! pero vísteme despacio que tengo prisa… Me llegan mensajes de diferentes provincias, de gente que se une a mi música, que quieren que vaya a tocar a sus ciudades y reclaman mi música. Eso es precioso y quiero empezar a programar salidas de Madrid para tocar y vivir la experiencia de la carretera, experiencia que he vivido como actor y que ahora deseo vivir como músico. ¿Si tuvieras la oportunidad de reflejar todo tu trabajo en un disco, por qué tema optarías primero? Bueno, creo que la oportunidad ya ha llegado porque en estos momentos me encuentro grabando el primer EP que saldrá en septiembre y que recogerá tres canciones. Y si el calendario no falla, la idea sería sacar un segundo EP en diciembre. Estoy deseando mostrar mis últimas canciones, pero no quiero dejar los temas con los que he arrancado, como “Y pensar”, “Tanta agua como tú”, “Sexo y silencio”… De algún modo, estoy siguiendo un proceso de grabación coherente con los tiempos y procesos creativos de mi repertorio. ¿Crearías una canción fetiche, es decir, una nueva partiendo de cero? Si por canción fetiche te refieres a un “hit” o “single”, es decir, ésa que el público siempre demanda en cada concierto, lo cierto es que yo deseo tres por cada EP de tres canciones, jajaja! Si una canción no me convence, sencillamente ni la muestro. No estoy obligado a grabar en 6 meses un disco de 12 temas con 2 grandes canciones y el resto de relleno porque hay que cerrar disco. Es lo bueno de este sistema de EP. Yo entro a estudio a grabar con un arsenal de canciones que me parece bastante interesante e intento ubicarlas en cada EP para que haya una de cal y otra de arena en cada uno. Pero sigo creando canciones de cero, componiendo, registrando temas y deseando entrar en estudio a grabar los nuevos, que de momento, se oirán en mis conciertos y seguramente en esos vídeos que seguiré grabando por calles de Madrid o de cualquier otra ciudad que se preste. Me gustaría mucho también grabar algún vídeo en Córdoba o en cualquier otro lugar de Andalucía. Eso sería genial… Yo soy un chico de pueblo, me crié entre La Coronada de Córdoba, que me vio nacer y Montoro, que me vio crecer. Mis años de universidad los hice en Córdoba y hay mucho sur dentro de mí. Luego viví mis dos últimos años de carrera entre Galicia y Portugal. Mi cariño por el norte y por Portugal es enorme, mi casa es Madrid, a la que agradezco tantas y tantas cosas, y mi sur está dentro, siempre conmigo. En la música y teatro ¿qué papel te gustaría llegar a interpretar y si pudieras tocar con alguien en un escenario o componer junto a alguien con quien sería? Como actor, me gustaría mucho interpretar un Jesucristo más humano, menos deidad, más histórico. Y me encantaría hacer papeles épicos, guerreros, cine de aventuras, eso me gustaría mucho. Como músico, sería un lujo trabajar con Glen Hansard, Damien Rice, Joseph Arthur, Eddie Vedder, Jeremy Enigk o Coeur de Pirate, duetos como Kings of Convenience y bandas como Wilco, Blind Melon... Bueno, me gusta mucho también Russian Red, Vetusta o Iván Ferreiro, que tengo debilidades dentro del territorio nacional, claro que sí… Por pedir que no quede, ¿no? Jejeje! ¿me pides sopa? ¡pues toma dos cazos! ¿Crees que, actualmente la mejor promoción para un artista es la autopromoción y medios de crowdfunding o apostarías por los reality shows de estrellas musicales (estilo “La Voz”, “Tú sí que vales”? Creo que son cosas muy diferentes… La autopromoción llega con las redes sociales y con el alcance de éstas, que a su vez despierta el interés de los medios de prensa especializados haciéndose eco de tu trabajo y de este modo se llega a más gente y así unas cosas y otras se retroalimentan. En su contra, que la oferta de artistas que pueden grabarse y colgar sus trabajos es tan impresionante, que resulta imposible consumir tantas propuestas que nos llegan cada día y al final nos perdemos cosas muy interesantes o con una potencialidad bárbara porque es imposible estar a todo. El crowdfunding es una forma ideal para financiar proyectos, buscando personas que confíen en tu producto y que están interesados en ser mecenas o socios capitalistas aunque sea con una mínima inversión. Como concepto es interesantísimo y está generando muchos proyectos aunque yo personalmente temo el abuso de este tipo de iniciativas. Es decir, como podemos financiarlo todo con pequeñas aportaciones de cientos de personas, el artista puede arriesgar menos esperando que lo hagan otros, descuida el motivo de su obra a favor del marketing necesario para generar el crowdfunding y a menudo no se preocupa por reunirse con posibles medianos o grandes inversores y comenzar con un cierto capital inicial que pueda ser completado más adelante con la campaña crowdfunding, sino que delega toda inyección de capital en la solidaridad del micromecenazgo. Es delicado y espero no herir susceptibilidades, pero para mí se hace incómodo tener que embarcar a mis amigos en 7 campañas de crowdfunding sólo porque soy actor de 3 cortometrajes, dos películas, una obra de teatro y además voy a financiar la grabación de mi disco con crowdfunding. Esto es sólo un ejemplo pero se da con mucha frecuencia. Es decir, la falta de tejido productivo nos obliga a poner en compromiso a amigos y conocidos y bombardearlos con peticiones de fondos para nuestros proyectos como artistas, pero muchos artistas participamos de un modo más o menos simultáneo en diferentes proyectos y no podemos servir de reclamo sistemáticamente para que el proyecto alcance sus objetivos económicos sólo con el crowdfunding. Es por eso que ahora miro mucho en qué proyectos entro a formar parte y si tienen campaña crowdfunding, sólo participo si el proyecto me resulta verdaderamente interesante, y por fortuna algunos lo son. Creo que el sistema está muy bien pensado para aquellas producciones que ya han trabajado previamente y han realizado sus tareas y utilizan la plataforma de pequeños mecenazgos para alcanzar un objetivo superior. Un ejemplo, voy a rodar una película low cost y tengo ya 300 mil euros, y necesito 50 mil más para poderlo llevar a cabo y ya he agotado todas las vías de financiación, entonces es muy interesante la campaña, pero la producción de la película ya ha hecho sus tareas previamente y ha alcanzado una cifra digna fruto del esfuerzo y la dedicación. Si pongo todo el peso económico de mi proyecto en una campaña crowdfunding, quizá es que ni yo mismo confío del todo en mi producto o no le he prestado la suficiente atención o dedicación. Creo que el crowdfunding es una muy buena forma de acabar de hacer viables muchos proyectos, pero insisto “acabar de hacer viables”… el “acabar de” me parece importante. Los reality shows como los que me comentas son concursos de talentos y me parece fantástico para quienes quieran concursar en ellos y poner a prueba sus capacidades ante un jurado o comité que procuran objetivar sus veredictos. Yo no valdría para eso, me sentiría ridículo con todo mis respeto y admiración a quienes deciden ese camino. Estos concursos premian cualidades concretas como la voz (o la capacidad para el baile, la seguridad en el escenario, etc) y muchos artistas pop, rock o indies no destacamos precisamente por el virtuosismo vocal ni tampoco se nos requiere. Estoy seguro que Bob Dylan (de nuevo ejemplo) no pasaría los castings de Operación Triunfo o de La Voz, y es Dylan, señores! ¿habría que decirle “no vales”? Sería absurdo… Él es un creador, como lo es Sabina (que tampoco pasaría los castings) o Iván Ferreiro o Leiva de Pereza, y no discutimos su valía como artistas y mucho menos su trayectoria. Yo tampoco conseguiría pasar ni los castings, porque en estos concursos se busca ese virtuosismo vocal, no se busca al artista compositor que llegue mostrando sus canciones y cantando sus temas con su estilo y su voz. El camino es largo y si alguien desea ser artista lo será, con independencia de lo que le suceda en un concurso. Que luego su música llegue a 100 personas o llegue a millones eso ya es otra cosa. A veces cuando he visto uno de estos programas me han parecido demoledoras algunas críticas que les hacen a los concursantes. Es un show y todo cuenta y esas críticas de repente hacen llorar a un concursante y la audiencia del programa se dispara. Hay muchas cosas que están más estudiadas de lo que nos creemos. Sabemos lo que puede conmover y movilizar al público que está en sus casas y es interesante para las cadenas dar una de cal y otra de arena al concursante. Verlo reír y llorar, verlo emocionarse, eso resulta interesante y la gente conecta con las personas con independencia de su actuación y se vincula emocionalmente con ellos hasta sentirlos como de la familia. El peligro es la fugacidad de esos momentos de gloria. La primera generación de OT funcionó y todos más o menos tienen una carrera solida, sostenible y hasta brillante en algunos casos. Muchos de ellos son también creadores y otros sólo intérpretes, pero están en activo y estupendamente. Pero otros formatos que han tenido gran éxito en el momento de la emisión no han logrado lanzar las carreras de esos artistas como se pensaba. Quizá asistamos a un momento en que el público demanda músicas menos industriales y trabajos más personales, e incluso premia el camino del esfuerzo, de la superación, esas cosas. Ser artista es una elección de vida, no resulta sencillo dejar tus comodidades y tu trabajo mensual con tu salario estable, mejor o peor, pero mínimamente estable, por perseguir el sueño del creador y vivir ese riesgo día tras día. El formato reality show te permite tener un día tu trabajo de siempre y al día siguiente salir en una emisión para millones de personas y dejar de ser anónimo para ser un fenómeno de masas de la noche a la mañana. El riesgo no se asume… no hay tránsito, no hay grandes renuncias vitales y el tiempo que dura el programa son tres meses como máximo, por lo que es una apuesta razonable bajo la lógica de “si en 3 meses no lo peto, siempre puedo volver a mi curro”. En cambio el camino más tradicional del arte es un camino difícil por definición, de hormiguita, exige vivir fuera de la zona de confort y luchar cada día con el miedo a no conseguirlo, con las infinitas puertas que se cierran cada día, las pruebas que pierdes, los productores que no apuestan por ti, los directores que parecen elegir siempre al mismo actor, etc, etc, etc. Forma parte de lo que hacemos y siempre seguirá formando parte, y esa dificultad me parece hasta necesaria. A los artistas, como a todo el mundo, nos encanta ejercer nuestro derecho al pataleo y si nos lo pusieran fácil, ¿cómo íbamos a patalear? jajaja! Había un gran artista argentino que ya encumbrado decía: “me he pasado la vida llamando a puertas y todavía, por si acaso, mantengo un puño cerrado”. Eso me parece interesante, que el éxito no sea fruto de una exposición a un público masivo en un momento determinado, sino de un camino de constancia, trabajo y renuncias que de algún modo, también alimentarán al artista. Pero insisto, si todos los caminos conducen a Roma, lo bueno es que cada uno elegimos libremente el nuestro, ¿no? ¿Crees que estos medios de difusión hacen perder la esencia personal de cada artista, o por el contrario, son positivos para el mundo artístico? Yo creo que lo bueno es que tanto una figura como otra tienen cabida en la industria. Esas voces cuidadas, educadas, son maravillosas y tienen su público y hay quienes componen para ellos y ellos ponen voz a muchas de las cosas que consumimos cada día. Programas de tv, películas Disney, teatro musical, el mundial de fútbol de 2010, etc. Yo veo voces como Bustamante o Bisbal y con independencia de que me gusten o no, les reconozco una calidad y unas cualidades que ya las quisiera yo para mí, jajaja! Aunque sólo fuera por saber qué siente uno cuando no tiene techo en los agudos… son impresionantes! Y hay personas a las que les encantan ese tipo de voces y otras a las que les horroriza el exceso de ornamentos y giros de voz en cada palabra y buscan algo más sucio, más directo, más imperfecto. Yo hago mis canciones y sé en qué tesituras puedo cantar sin arriesgar demasiado, y ellos pueden arriesgar porque además esos estilos requieren ese alarde de voz, puesto que en ello recae gran parte de la fuerza de sus canciones. Pero vamos, que es cuestión de estilos. Los grandes cantantes heavys también han requerido siempre una potencia y destreza vocal de morirse, al igual que sus guitarristas, puros virtuosos. Hay a quien se le ponen los pelos como escarpias con sus tappings, solos de guitarra y agudos imposibles en las voces que, insisto, son brutales, pero quizá yo prefiero algo más sencillo y lejos de efectismos aunque menos virtuoso. El camino acaba de comenzar… pero si pudieras pedir un deseo ¿cuál sería? Pues creo que el deseo más importante es precisamente ése, no dejar de desear. El deseo nos mueve y hay que tener deseos cada día, cada hora. Nos hace presentes y vivos. Los deseos son esas pequeñas cosas que llenan los momentos mientras perseguimos los grandes objetivos. Un camino hacia el objetivo sin disfrutar de nuestros deseos sería un camino muy gris. Los objetivos suelen ser difíciles, requerir mucha constancia, trabajo, ilusión diaria, ayuda, y no podemos descuidar los deseos en esa búsqueda de objetivos. Algo tan nimio como un café en la tarde es un modo de satisfacer un deseo que llenará ese momento de mucho más que un simple café… aroma, gusto, quizá compañía y buena conversación, o quizá un rato de lectura en soledad. Hay tantos momentos que pueden enriquecerse con el deseo que a menudo no somos ni conscientes de cómo generar esos pequeños espacios para “el descanso del guerrero”, que no todo va a ser luchar en la vida. Hay que disfrutar del camino y no dejarlo para cuando alcancemos nuestros objetivos, porque detrás de un objetivo siempre hay otro. Nunca nos conformaremos, así que el camino será nuestro sistema de vida y hay que darle color, sabor, olor, lo que sea para hacerlo todo lo placentero o especial que podamos. Parece que soy un hedonista recalcitrante… mmmhh… puede ser… Deseemos, es importante desear tanto como soñar.

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